Los 80 años de la Retirada
El 80 aniversario de la llamada Retirada, a consecuencia del final de la Guerra Civil ha sido el motivo de un viaje de estudios organizado los 18 y 19 de octubre de 2019 :un grupo de alumnos de 1ère section européenne y estudiantes de CPGE 1 ( LVA) et 2 (LVA + Espagnol spécialité) visitaron el museo del exilio de La Jonquera, la maternidad de Elna y el memorial – campo militar de Rivesaltes en complemento del trabajo realizado en clase en literatura e historia.
Lucie Dudreuil, Ludovic D’Agostin y José Núñez.
Article intégral LOS 80 AÑOS DE LA RETIRADA
Fuente : Laura Martel y Antonia Santolaya, Winnipeg : el barco de Neruda, 2014.
La «Retirada» se refiere al exilio de republicanos españoles durante e inmediatamente después de la guerra civil española (1936-1939). Ángel Viñas, catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid, especializado en la Guerra Civil y el franquismo caracteriza la Retirada como « uno de los capítulos más dramáticos de la Guerra Civil ».
En Francia fueron recluídos en campos de concentración (campos de Gurs, Le Vernet d’Ariège, Argelès, Saint-Cyprien y Barcarès, Septfonds, Rivesaltes entre otros).
Huyeron en terribles condiciones unos 475.000 refugiados a través de los Pirineos por la Junquera, Portbou, Le Perthus, Cerbère y Bourg-Madame.
El exilio republicano a otros países del mundo se produjo en particular en el continente americano : Méxicofue el segundo país de acogida de los exiliados republicanos españoles ; acogió entre 16.000 y 18.000 refugiados, Argentina a unos 10 000 mientras a Chile llegaron 2200 refugiados así como a Puerto Rico y a Estados Unidos. Allí hubo mucho menos refugiados pero el impacto en cuanto al desarrollo del hispanismo fue decisivo.
El resto de la Europa Occidental, el norte de África y la URSS también albergaron a refugiados republicanos en 1939.
El tema del exilio en la narrativa española
Pasó el tiempo. Empecé a olvidar la historia. Un día de principios de febrero de 1999, el año del sesenta aniversario del final de la guerra civil, alguien del periódico sugirió la idea de escribir un artículo conmemorativo del final tristísimo del poeta Antonio Machado, que en enero de 1939, en compañía de su madre, de su hermano José y de otros cientos de miles de españoles despavoridos, empujado por el avance de las tropas franquistas huyó desde Barcelona hasta Collioure, al otro lado de la frontera francesa, donde murió poco después. El episodio era muy conocido, y pensé con razón que no habría periódico catalán (o no catalán) que por esas fechas no acabara evocándolo, así que ya me disponía a escribir el consabido artículo rutinario cuando me acordé de Sánchez Mazas y de que su frustrado fusilamiento había ocurrido más o menos al mismo tiempo que la muerte de Machado, sólo que del lado español de la frontera. Imaginé entonces que la simetría y el contraste entre esos dos hechos terribles —casi un quiasmo de la historia— quizá no era casual y que, si conseguía contarlos sin pérdida en un mismo artículo, su extraño paralelismo acaso podía dotarlos de un significado inédito. Esta superstición se afianzó cuando, al empezar a documentarme un poco, di por casualidad con la historia del viaje de Manuel Machado hasta Collioure, poco después de la muerte de su hermano Antonio. Entonces me puse a escribir. El resultado fue un artículo titulado «Un secreto esencial». Como a su modo también es esencial para esta historia, lo copio a continuación:
«Se cumplen sesenta años de la muerte de Antonio Machado, en las postrimerías de la guerra civil. De todas las historias de aquella historia, sin duda la de Machado es una de las más tristes, porque termina mal. Se ha contado muchas veces. Procedente de Valencia, Machado llegó a Barcelona en abril de 1938, en compañía de su madre y de su hermano José, y se alojó primero en el Hotel Majestic y luego en la Torre de Castañer, un viejo palacete situado en el paseo de Sant Gervasi. Allí siguió haciendo lo mismo que había hecho desde el principio de la guerra: defender con sus escritos al gobierno legítimo de la República. Estaba viejo, fatigado y enfermo, y ya no creía en la derrota de Franco; escribió: « Esto es el final; cualquier día caerá Barcelona. Para los estrategas, para los políticos, para los historiadores, todo está claro: hemos perdido la guerra. Pero humanamente, no estoy tan seguro… Quizá la hemos ganado ». Quién sabe si acertó en esto último; sin duda lo hizo en lo primero. La noche del 22 de enero de 1939, cuatro días antes de que las tropas de Franco tomaran Barcelona, Machado y su familia partían en un convoy hacia la frontera francesa. En ese éxodo alucinado los acompañaban otros escritores, entre ellos Corpus Barga y Carles Riba. Hicieron paradas en Cerviá de Ter y en Mas Faixat, cerca de Figueres. Por fin, la noche del 27, después de caminar seiscientos metros bajo la lluvia, cruzaron la frontera. Se habían visto obligados a abandonar sus maletas; no tenían dinero. Gracias a la ayuda de Corpus Barga, consiguieron llegar a Collioure e instalarse en el hotel Bougnol Quintana. Menos de un mes más tarde moría el poeta; su madre le sobrevivió tres días. En el bolsillo del gabán de Antonio, su hermano José halló unas notas; una de ellas era un verso, quizás el primer verso de su último poema: « Estos días azules y este sol de la infancia ».
Javier Cercas, Soldados de Salamina, 2001.
Era cierto que la lucha acababa de terminar. Era cierto que mis hombres estaban cansados, que necesitaban descansar, pero no creo que aquellos diez minutos resultaran tan largos para ninguno como para mí. La decisión que acababa de tomar me había devuelto al día más amargo de mi vida, y mientras escuchaba a lo lejos los gritos de Comprendes, volví a vivirlo, a verlo todo, montones de maletas abandonadas flanqueando la carretera y aquellas mujeres moribundas de cansancio, cargadas de bultos y de niños, algún hijo más grande de la mano, que avanzaban despacio por la calzada entre soldados sucios, encogidos. Ellos también entraban en Francia solos, en parejas o enpequeños grupos, a veces junto a algún animal suelto, atado a un cordel que nadie sostenía por el otro extremo. Yo estaba allí, viéndolo todo, escuchando el sonido de la derrota, ecos de voces que repetían un nombre a gritos, quejas, juramentos, los gimoteos de una niña que se había perdido. También el silencio de una mujer exangüe, que llevaba toda la desesperación del mundo prendida en los ojos y el pañuelo de las campesinas sobre la cabeza. Aquella mujerque se sentó en una cuneta y se sacó un pecho flaco, vacío, para intentar aplacar al bebé que llevaba entre los brazos, no para que un fotógrafo norteamericano la encuadrara con su cámara.
Al final, aquella foto dio la vuelta al mundo desde la portada del París Match, porque cuando estaba a punto de ir a partirle la cara a aquel cabrón, mi teniente coronel me llamó a gritos, ¡González! Aquel día de febrero de 1939, yo aún no era el Gaitero, y él, José del Barrio, todavía el jefe del XVIII Cuerpo del Ejército Popular de la RepúblicaEspañola, mi jefe. Cuando llegué a su lado, vi que él también estaba mirando a aquella mujer, la miraba de un modo que me obligó a preguntarme de dónde iba. a sacar la leche que iba a pedirme de un momento a otro, pero lo que dijo fue distinto. Mis hombres no van a pasar la frontera como vagabundos, como maleantes, mis hombres no, eso fue lo que me dijo. Avisa al mando de que cedo mi turno. Pasaremos mañana.
Somos unos cabrones. Antes de obedecer aquella orden, me fui a por el fotógrafo, le aparté de la mujer, y cuando ya estaba a punto de meterle una hostia, empezó a apaciguarme en español, con los brazos extendidos haciadelante, las manos abiertas, está bien, está bien. Luego se marchó corriendo, y fui tan tonto que ni siquiera le quité el carrete. Después de eso, creí que ya nada podría impresionarme, pero en el puesto de mando había un general mayor, con la guerrera alicatada de medallas, que lloraba como un niño de sesenta años y sólo sabía repetir esa frase, somos unos cabrones, unos cabrones, somos unos cabrones. Y ni siquiera eso me conmovió tanto como el discurso quepronunció el teniente coronel a mi regreso, ante una masa de hombres desaliñados, rendidos por fuera y por dentro, formados a regañadientes.
Yo los vi, vi su cansancio, su desesperación, tan semejante a la mía, y cómo se esfumaban todas juntas, cómo íbamos irguiéndonos uno por uno, cómo levantábamos el ánímo, y la cabeza, mientras escuchábamos aquellas palabras, hemos perdido la guerra, pero no el honor, hemos perdido la guerra, pero no la razón, hemos combatido durante tres años por la legalidad constitucional de nuestro país, como el único ejército español legítimo… Al día siguiente, todos los hombres del XVIII pasamos la frontera afeitados, limpios, repeinados y desfilando, cantando el Himno de Riego en perfecta formación, para ir a parar a los mismos campos que los demás, como si fuéramos vagabundos, como sí fuéramos maleantes. En apariencia, aquel gesto no sirvió de nada, y sin embargo, el 2 de julio de 1944, cuando entré en la plaza de aquel pueblo de Haute-Garonne cuya liberación nunca aparecerá en ningún tratado sobre laSegunda Guerra Mundial, mire al cielo, como miran los toreros cuando quieren brindar un toro a alguien que ya no está asu lado, antes de empezar como empezaba mi teniente coronel cuando hacíamos las cosas bien.
-¡Enhorabuena, camaradas! Enhorabuena y gracias a todos. Hemos ocupado esta posición sin bajas mortalesante un enemigo numéricamente superior, y esto es sólo el principío, pero nuestro camino no termina en París -aquella frase les desconcertó tanto que sólo al escucharla empezaron a prestarme atención de verdad-. Eso es lo primero que quiero advertiros. Nosotros no luchamos para llegar a París, y tampoco somos soldados de fortuna. No somosmercenarios, no somos forajidos, no somos bandoleros ni salteadores de caminos -hice una pausa y levanté la voz-.¡Nosotros seguimos siendo el Ejército de la República Española! -ellos rugieron, pero yo rugí más que ellos-. Eso es loque han aprendido los alemanes hace un rato, y eso es lo que no voy a consentir que se le olvide a nadie, ¿está claro? ¡A nadie!Porque hace cinco años perdimos una guerra, pero durante tres años luchamos con las armas contra el fascismo, por lalegalidad constitucional de nuestro país, por los derechos y por las libertades de los españoles. Y no sé por qué lucháisvosotros, pero yo sigo luchando por la misma causa…
Mientras hablaba, les iba mirando a la cara, ganando confianza y perdiéndola a la vez, porque no estaba muy seguro de cómo iban a reaccionar. Yo no tenía ningún sable, no había estudiado en ninguna academia, no habíarecibido galones ni medallas de ningún ministro de la Guerra, y nunca había desfilado sobre.un caballo blanco. Yo eracomo ellos, lo mismo que ellos, un minero asturiano, un soldado del XVIII, un rojo español de Argeles-sur-Mer, un leñador forzoso, luego un guerrillero, ni más ni menos que los hombres que tenía delante.
Almudena Grandes, Inés y la Alegria, 2010.
La Guerra Civil en la poesía
Canción del esposo-soldado
Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.
Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.
Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.
Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.
Es preciso matar para seguir viviendo.
Miguel Hernández, Vientos del pueblo, 1937.
Tristes guerras
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
Miguel Hernández, Romancero y cancionero de ausencias, 1942.
Frente
Éste es el frente; aquí no hay
el menor asomo de juego.
Ya no valen literaturas;
éste es el frente duro y seco.
Es la bala y el cuerpo humano.
Es la tierra y el cuervo siniestro.
Es la cabeza y es la mano.
Y es el corazón contra el hierro.
Es subir y bajar cañones
por lomas atónitas de miedo.
Es aguantar cuchillos y cascos
sin moverse del parapeto.
Es acompañar a los tanques
monstruosos en sus sondeos.
Es no beber y no comer
y no dormir un día entero.
Es salir con la frente alta
o en la lona del camillero.
José Moreno Villa, Romances de la Guerra Civil, 1936-1937.
La guerra
De mar a mar entre los dos la guerra,
más honda que la mar. En mi parterre,
miro a la mar que el horizonte cierra.
Tú, asomada, Guiomar, a un finisterre,
miras hacia otro mar, la mar de España
que Camoens cantara, tenebrosa.
Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
A mí me duele tu recuerdo, diosa.
La guerra dio al amor el tajo fuerte.
Y es la total angustia de la muerte,
con la sombra infecunda de tu llama
y la soñada miel de amor tardío,
y la flor imposible de la rama
que ha sentido del hacha el corte frío.
Trazó una odiosa mano, España mía
Trazó una odiosa mano, España mía,
– ancha lira, hacia el mar, entre dos mares –
zonas de guerra, crestas militares,
en llano, loma, alcor, y serranía.
Manes del odio y de la cobardía
cortan la leña de tus encinares,
pisan la baya de oro de tus lagares,
muelen el grano que tu suelo cría.
-Otra vez – í otra vez ! – ¡ Oh triste España !,
cuanto se anega en viento y mar se baña
juguete de traición, cuanto se encierra
en los templos de Dios mancha el olvido,
cuanto acrisola el seno de la tierra
se ofrece a la ambición, ¡todo vendido !
Antonio Machado, Poemas de la guerra, marzo de 1938.
Olvidar o recordar en el teatro contemporáneo
Las novelas gráficas
Article intégral LOS 80 AÑOS DE LA RETIRADA